¿Por qué no me gustan los Jojos? O al menos no Phantom Blood…

Miguel Frieiro
6 min readNov 18, 2017

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Creo que Jojo’s Bizarre adventure simplemente no es para mí. Siempre he sentido una enorme curiosidad hacia esta famosa saga, sus fans tanto en oriente como en occidente son muy numerosos, y sus influencias en otras obras como Persona me atraían de una forma puramente visceral. Esperanzado en que algún día llegase al mercado español ante la insistencia del poderoso fandom, decidí esperar. Por eso, el día que Ivrea anunció su licencia lo celebré con ahínco. No porque yo personalmente gustase del manga de Hirohiko Araki, no. Simplemente porque por fin podría enfrentarme y degustar la historia de esos extraños personajes que ponían poses cada una más extravagante que la anterior y cuyos músculos triplican el tamaño de mi cabeza.

Tras mucho esfuerzo logré hacerme con el primer tomo de la saga Phantom Blood, la primera de las ocho que hasta el momento componen las historias de la familia Joestar. No fue una tarea fácil porque este primer número se agotó en todos lados, algo que incrementó mi hype por la obra. El fandom estaba desbocado.

Comencé a leer “Jojos” esperándome la octava maravilla del mundo, pero conforme avanzaba estas expectativas descendían, y después de un primer tomo que ya me dejó un regusto terriblemente amargo, decidí apostar y acabarme al menos esa primera saga…

Dio, no me mires así, simplemente no me gustas…

No me gusta “Jojos”, o al menos la saga Phantom Blood, quiero decir, ni siquiera entiendo muy bien qué es lo que pretende. Esta primera saga data de finales de los 80, y dada la época en la que fue creada puedo entender cierto tratamiento clásico en sus formas narrativas o estilo, pero es que ni por esas llega a ser una buena obra. “Jojos” quiere ser un shonen más de peleas donde la lucha tiene un papel fundamental, pero siendo más tosco que otras obras con las que comparte género y espacio en el tiempo como Dragon Ball. Sin embargo, por mucho que su género sea clásico la obra no aporta nada nuevo que no se haya visto ya. O que incluso en aquella época no se estuviese haciendo. Es un manga genérico y aún por encima un espanto a nivel narrativo.

Esta primera saga se centra en las vidas de Jonathan Joestar y Dio Brando, siendo la rivalidad y odio entre ambos el conflicto sobre el que gira toda la historia, quizá lo más interesante que puedo extraer de estos tres tomos de los que se compone es la relación entre ambos personajes.

En Phantom Blood asistimos al enfrentamiento entre el bien más puro y angelical, representado en la figura de Jonathan contra el mal más demoníaco, nunca mejor dicho, y cruel, aquel que encarna Dio. Este es un planteamiento clásico, y no por ello menos válido. Al final la gran mayoría de shonens apuestan por esta dualidad claramente diferenciada, a veces incluyen escalas de grises que aportan profundidad al planteamiento inicial y hacen crecer la obra. Pero no es el caso. Ya de partida, Araki deja claras sus intenciones, el mal contra el bien, peleas y sangre. Es decir, quiere centrarse en los tropos más tradicionales del shonen y explorarlos bajo esta premisa. El problema es que acaba fracasando de forma estrepitosa. Los powers ups, el proceso de entrenamiento, la figura del maestro que enseña al alumno aventajado e incluso el sistema de poder que plantea, el “hamon” acaban ahogándose en sus propios propósitos y se desarrollan a trompicones y bandazos, como si realmente no supiese a donde se dirige. No se ahonda sobre el “hamon”, pese a que parece el poder definitivo, al menos en esta primera parte. Zeppeli aparece de la nada, al igual que su propio poder, porque se precisa de un “algo” que permita a Jonathan luchar contra el poder inconmensurable de Dio. Y como este, los deus ex machina se suceden durante toda la obra, pegando aletazos como un pez fuera del agua que no sabe muy bien a donde se dirige.

Pese a estos graves errores, la obra podría compensarlo haciendo gala de personajes profundos, carismáticos y que hiciesen la obra disfrutable pese a su guion clasicote y giros bruscos y apresurados. Pero más allá de Dio, el único que tiene algo de profundidad, pero tampoco mucha, el resto nadan en un vasto mar de mediocridad y sencillez. El propio Jonathan resulta tan clásico que termina por ser insoportable, recuerda mucho a Tsubasa Ozora del manga Captain Tsubasa, nuestro Oliver Atom, de hecho me atrevería a decir que son el mismo personaje si no fuera porque uno patea un balón y el otro hace lo propio con vampiros. Zeppeli tiene su gracia, pero está tan mal justificado que cuesta tomárselo en serio, y Speedwagon está ahí para simplemente explicar todo lo que pasa en los combates. Algo que me resulta muy gracioso porque él realmente no tiene ni idea de luchar, ni mucho menos del “hamon”, pero pese a eso se dedica a explicar las técnicas tanto de Jonathan como de Zeppeli, usuarios avanzados de este poder. Otro sinsentido.

Y es que aún puedo pasar que el manga se tome la molestia de de explicarme cosas que para el lector pueden ser difíciles de entender como el uso del propio “hamon””. Un humano no puede comprender eso, o puede resultarle difícil porque es un elemento propio de la ficción narrativa que no se encuentra en nuestro día a día y está fuera de nuestra comprensión. Lo que no puedo entender es que cada uno de los personajes se dedique a explicar detalladamente sus emociones mediante monólogos interiores. Sé que si el perro de Jonathan muere, él estará triste, le estoy viendo llorar, conozco ese sentimiento, no es algo incomprensible para mí. No es necesario que él mismo me diga en palabras que está triste, o que un narrador lo haga.

El trío Calatrava

Me cuesta horrores sacar cosas positivas de esta primera saga, todo está muy manido y mal ejecutado. El manga va de un lado a otro sin lucirse en ningún punto ni demostrar brillantez en parte alguna. Es mediocre, diría que incluso menos. Podría pensar que todo esto es aposta, al menos la estética hace intuir que quizá todo esto sea una parodia de los shonen clásicos. Que “Jojos” lo que intenta es evidenciar las costuras de este género y llevarlas al extremo para hacer humor, pensé esto mientras leía el manga, pero si es así, tampoco lo hace de la forma correcta, porque en ningún momento parece querer declararse como una parodia, o una representación humorística. No acaba de dejarlo claro en ningún punto y no pido que sea evidente, sino consecuente si es esto lo que intenta, que como ya digo, no creo que sea así.

Estoy decepcionado, pero lo cierto es que seguiré leyendo la historia de los “Jojos”, tengo la esperanza de que mejorará y Araki sabrá ver las numerosas debilidades de su obra en siguientes sagas. Quiero tener cierta esperanza, aunque después del descalabro Phantom Blood también albergo cierto miedo en mi interior. Ya veremos qué tal Battle Tendency. Quizá el problema sea mío…

Jojos Bizarre adventure: Phantom Blood, Hirohiko Araki (1989). Art by Pieshiro

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