Mis 10 mejores mangas del 2019

Miguel Frieiro
15 min readJan 2, 2020

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Lamento la tardanza, la vida es complicada y yo soy un desastre, debería haber publicado este texto el año pasado (jeje chistecito), pero entre unas cosas y otras no pude hacerlo. Pero bueno no pasa nada, aquí estamos 12 meses después dando el coñazo para contaros cuáles han sido para mí los mejores mangas publicados en España durante el 2019. Es el tercer año consecutivo haciendo un texto de este tipo así que, por si os interesa, aquí os dejo los textos de 2017 y 2018.

Este ha sido otro año repleto de novedades en el mercado español, destaco a nivel editorial la irrupción de Panini en lo que a novedades se refiere y el estancamiento de Ivrea que, pese a presentar varias nuevas obras, creo que no alcanzan el nivel de algunas de las licencias presentadas en años anteriores. Confieso que echo en falta alguna sorpresa más curiosa y atrevida que sí teníamos otro año. Pero pese a todo no se ha quedado una mala lista.

Las “reglas” son muy sencillas. A continuación se recogen las que para mí son las diez mejores novedades del mercado español de manga. Hablo en todo momento de novedades, por lo que reediciones como Akira o Liar Game no se han tenido en cuenta a la hora de confeccionar esta humilde lista. Obviamente no he podido leerme absolutamente todo lo que se ha publicado este año, así que no quiero que se tenga en cuenta este texto como algo académico y sesudo. Esta es una opinión totalmente subjetiva acorde a mis gustos y preferencias y su intención no es sentar cátedra de ningún tipo, sino funcionar como una pequeña lista recopilatoria de obras que recomiendo y, creo, merecen mucho la pena.

La lista se muestra sin ningún orden en concreto, salvo al final donde se hace una especie de podium con lo mejor de lo mejor. Los tres mejores mangas de este año.

Hala, me dejo de explicaciones y voy a ello…

Banana Fish

Es difícil que el manga clásico funcione en el mercado español más allá de autores legendarios como Tezuka o Taniguchi, la apuestas por obras de los 70, 80 o 90 suelen ser arriesgadas y requieren de grandes dosis de valor por parte de las editoriales. Ese es uno de los motivos por lo cuáles celebro e incluyo en esta lista la obra de Akimi Yoshida que, tras el éxito de su anime, aterrizó en nuestro mercado de la mano de Panini.

Banana Fish cuenta una historia que hemos visto en numerosas películas americanas. Ambientada en los Estados Unidos durante el apogeo de los años 80, su trama, aunque clásica, resulta efectiva, adictiva y bien narrada. Quizá su paneling no sea el mejor y su división de viñetas dificulte la lectura de un manga que a veces resulta excesivamente pesado y lento cuando tiene que pararse a explicar los detalles de su trama, carencias que están ahí, pero que logra salvar con la inclusión de dos personajes que, aunque afectados por los estereotipos clásicos de chico bueno y elchico rebelde, consiguen crear dinámicas (romance homosexual incluido) que compensan esos momentos en los que la narración nos resulta cargante.Y por encima de todo, en un relato están los personajes y las relaciones que se establecen entre los mismos, pues deben ser ellos los que impulsen la narración y no al revés.

Banana Fish es una obra muy atrevida para su época y su medio, por su ambientación que se aparta del país nipón, por su trama alejada de los temas clásicos del manga para acercarse al más puro cine de gangsters y mafiosos norteamericanos y por la inclusión de una relación homosexual poderosa, clara y que no trata de esconderse en ningún momento. Y si algo voy a valorar siempre en una obra es su valentía.

Banana fish (1985), Akimi Yoshida

Blue Period

Hay dos elementos que siempre exijo a cualquier spokon a la hora de comenzar su visionado o lectura y es que sepa explicarme el deporte que pretende tratar y sobre todo que pueda transmitirme la pasión de sus personajes por el mismo. Son condiciones sine que non para mí. Bien, pues Blue period no es un spokon y ni siquiera está cerca de serlo, pero cumple a rajatabla estos dos requisitos.

Durante el 2019 pude visitar el Salón del Manga de Barcelona y conocer en persona a la autora del que para mí es la gran sorpresa de este año, Blue Period de Tsubasa Yamaguchi. Durante el breve coloquio gocé de la oportunidad de hacerle dos preguntas a la joven autora, una quizá más banal y otra más afilada e incisiva, su respuesta a esta última pregunta no me dejó indiferente, pues supo demostrar una sensibilidad y una capacidad crítica que la verdad no esperaba recibir teniendo como tenía a sus editores delante vigilando toda respuesta que pudiese ser comprometida. Ese nimio detalle, esa respuesta tan sagaz e inteligente me dejó clara una cosa, estaba ante una autora especial, algo que pude corroborar, días después en las páginas de su obra más exitosa hasta la fecha.

Blue Period transmite, llega e impacta en el lector como pocas obras lo han conseguido este año. Esbozando una pasión desbordante en cada viñeta, bocetando una idea general de numerosos conceptos pictóricos a través de de sus páginas, delineando una sensibilidad especial en lo visual y sobre todo reflejando aquello que todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida; amor. En este caso amor por la pintura y el arte. Y yo humildemente solo puedo deciros que necesitamos más mangas como este.

Blue period (2017), Tsubasa Yamaguchi

Helter Skelter

La obra más popular de Kyoko Okazaki no es la primera que nos ha llegado de la autora nipona. Ponent Mon ya nos sorprendió el año pasado con Pink, una obra absolutamente descarnada, incisiva e inteligente y Helter Skelter no iba a ser menos.

Okazaki siempre crítica con el sistema capitalista que asola tanto a su país como a todo el globo, aprovecha esta oportunidad para, a través de la mujer, apuntar a un mercado que se aprovecha no ya sólo de lo material y artificial sino que también juega con las personas, con sus debilidades y sus miedos terminando por deshumanizarlas hasta que no queda nada de ellas.

Hablar de Helter Skelter como una crítica al sector de la moda y la belleza o la obsesión por la estética es quedarse en la superficie de una obra que apunta mucho más allá y busca disparar contra una doctrina en la que todo está en venta, donde todo tiene un valor y en el que se fabrican necesidades pasajeras a medida con el objetivo de enganchar a una masa que ni sabe, ni quiere salir de ese círculo vicioso. Y en medio del mismo, Haruko Hirukoma, también conocida por el nombre de Liliko, un nombre que el propio sistema le ha otorgado.

Helter Skelter (1995), Kyoko Okazaki

Nuestra salvaje juventud

Y de mujeres va la cosa, porque otro de los grandes cómics de este año ha sido el manga firmado por las autoras Mari Okada y Nao Emoto. Una obra tierna y amable a la par que furiosa y valiente. Una historia creada por mujeres, que habla sobre mujeres y que pretende poner sobre la mesa temas tabú que las conciernen sobre todo a ellas, como son el sexo y la sexualidad en la adolescencia. Todo ello con el objetivo de hablar y discutir sobre ello con la seriedad, delicadeza e inteligencia que merece. Y todo esto sin olvidar la poderosa carga emocional que Okada siempre confiere a sus obras, pero esta vez estos sentimientos están mejor encauzados y resultan más cercanos y naturales.

Algo de lo que, creo, siempre peca la autora nipona es de una excesiva carga sentimental en sus guiones. Unas emociones que muchas veces resultan forzadas e impostadas, que están pasadas de rosca, como si la autora no supiera medirse a sí misma. Decía mi profesor de dirección, J.M. Carrasco, que una emoción contenida y bien canalizada es mucho más efectiva que un grito descorazonado a los cuatro vientos que no viene a nada. Los sentimientos deben saber cuándo explotar y cuándo quedarse dentro. Y pese a que sigue siendo Mari Okada, aquí encuentro a una autora más comedida y que sabe gestionar mucho mejor a sus personajes y los tiempos de su guion. Lo que desemboca en una obra más real y humana, algo que precisamente necesita dado los temas que quiere tratar. Una grandísima sorpresa Nuestra salvaje juventud.

Maidens of the Savage Season (2016), Mari Okada y Nao Emoto

Fantastic World

Si antes hablaba de que Banana Fish era una obra valiente y atrevida lo mismo puedo decir de Fantastic World. El primer manga publicado por Héroes de Papel es desde luego una apuesta arriesgada que espero esté funcionando como se merece, porque desde luego merece muchísimo la pena acercarse a ella.

El cómic del artista Ryo Hirano quizá no sea la propuesta más original para un público occidental como nosotros, las influencias de Adventure Time son obvias y hasta descaradas, la premisa de explorar el centro de la tierra nos suena bastante por estos lares y su humor macarra y rebelde nos resulta más cercano que el humor absurdo que suelen emplear los mangas más puramente nipones, pero es precisamente esa ruptura con los dogmas más clásicos del manga lo que hace de Fantastic World un manga arriesgado y notable. Y sin embargo, cuando más brilla es cuando coge sus bases y las retuerce para contar la historia que Hirano quiere hacernos llegar. Cuando sus personajes rebeldes y atolondrados lloran y se funden en un sentido abrazo, cuando su mundo caótico y desordenado encuentra el sentido en un background muy bien medido y cuando el lector esboza una sonrisa fruto del disfrute que le provoca lo que está leyendo.

Fantastic World (2014), Ryo Hirano

Bakemonogatari

Lo cierto es que Bakemonogatari entraría por año de publicación en el 2018, pero su tardía salida al mercado me ha hecho considerarla como una obra del 2019 dada la falta de espacio para poder leerla (vamos que soy un poco desastre, tampoco voy a engañar aquí a la peñita). Pero dejémonos de tecnicismos y hablemos de la historia de Araragi y compañía.

Quizá el tándem formado por Nisioisin y Oh great! sea uno de los más potentes que ha dado el mundo del manga desde siempre. La capacidad visual y expresiva de la pluma de Oh great! es de una magnificencia tal que me resulta imposible nombrar a un mangaka que maneje tantos registros a nivel de paneling y división de viñetas como lo hace el autor de Air Gear. Por otra parte, las habilidades narrativas de Nisioisin están fuera de toda duda, sus diálogos son recreaciones milimétricas de los puntos interminables del mejor partido de tenis, su construcción de personajes roza el más alto nivel y su manejo del tiempo y los ritmos no tiene parangón. Son una combinación de talentos sublime, lo peor es que se complementan para lo bueno y para lo no tan bueno.

Mi gran problema con la saga Monogatari es el de siempre, el de su crítica y parodia poco inteligente a los harem, porque como ya dije en otro texto hace un tiempo; cuando criticas algo o a alguien haciendo exactamente lo mismo, tu parodia o crítica pasa a convertirse en algo burdo y que de hecho, contribuye a transmitir exactamente los mismos valores y mensajes que, se supone (y creo que estoy suponiendo mucho), se tenía la intención de atacar. Es un mal que adolece Monogatari en su versión animada (desconozco las novelas, así que ahí no me meteré) y es algo que también acusa su versión en manga. Y es que a las perversiones y kinks de Nisioisin, a su constante sexualización de la figura femenina y a ese desagradable gusto por fetichizar niñas y adolescentes se le suman las “habilidades” de Oh great! para dibujar cuerpos semidesnudos y jugar con ese erotismo desmedido que acaba por resultar asqueroso y repugnante. Una de cal y otra de arena.

Bakemonogatari (2018), Nisioisin y Oh Great!

El marido de mi hermano

No es algo extraño que el manga aborde temáticas LGBT o que el colectivo cuente con representaciones interesantes en numerosas obras. Todavía queda mucho por hacer, pero tampoco es algo fuera de lo común. Lo que sí resulta extraordinario es la naturalidad, honestidad y cercanía con la que Gengoroh Tagame aborda ciertos temas y tabúes relacionados con la sexualidad, el amor, la identidad sexual y la propia sociedad japonesa.

A través de una familia poco común asistimos a una representación verdadera y tenaz de lo que implica ser homosexual en el mundo y más concretamente en el Japón actual. Una obra que más allá de narrar, habla con libertad de aquello que otras obras callan por cobardía. Y a través del diálogo humilde que establece con sus lectores busca concienciar para crear un mundo mejor y más tolerable.

Pero lejos de quedarse ahí, El marido de mi hermano también es una obra que explora otros temas con atino y sensibilidad, una obra que solo busca concienciar sobre el colectivo LGBT sería correcta, pero no sobresaliente y este es un manga que quiere ir más allá, atreviéndose a explorar temas como el perdón, la pérdida, las dificultades de las familas no nucleares o el amor parental. Un manga tan valiente como necesario que ha conseguido conquistarme y hacerme derramar numerosas lágrimas. Nunca he sufrido como sus personajes, no pertenezco al colectivo y, si aún así soy capaz de empatizar y entender el dolor de tantas personas, quizá todavía quede esperanza. Desde luego obras como esta me hacen pensar que sí.

My brother’s husband (2014), Gengoroh Tagame

Vamos ahora con lo que para mí ha sido lo mejor de lo mejor de este año, tres obras que han marcado la diferencia y que recomiendo encarecidamente…

3. El país de las gemas

Haruko Ichikawa logró enamorarme el año pasado con sus sensibles, a la par que originales historias cortas, en las que ya apuntaba maneras como una autora con un enormísimo potencial.

El país de las gemas es la primera serie de la joven mangaka nipona donde esa originalidad desbordante que ya se apreciaba en sus obras menores aquí sigue presente a raudales. La historia de les niñes gemas es una tan bien hilada y construida como emotiva y delicada a la hora de abordar sus temas y construir a sus personajes. Y hay une que destaca por encima de los demás, le protagoniste, Phos.

Sobre los hombros de la joven gema se sustenta la mayor parte de la carga dramática del manga. De hecho, uno de los temas que funciona como pilar de la serie es precisamente la evolución de su protagoniste y cómo estos cambios, tanto internos como externos, modifican su visión del mundo, su conciencia, individualidad y relaciones con el resto de personajes.

Pero la obra no solo destaca a nivel narrativo, pese a que sea ese su punto fuerte. Estamos ante el paneling más ingenioso de todos los mangas que conforman la lista, un ejercicio que se basa en un inteligente manejo del espacio y un uso de los claroscuros y el contraste muy bien definido. Características que se aderezan con un arte de lo más peculiar y que combina a la perfección con las técnicas mencionadas anteriormente. El aspecto visual de El país de las gemas no tiene nada que envidiar a su narración. Y es esa suma de las partes lo que hace del manga de Haruko Ichikawa una obra que brilla con la misma intensidad que cada une de les personajes de esta historia.

Land of the lustrous (2012), Haruko Ichikawa

2. Reiraku

La última obra de Asano es quizá su historia más oscura hasta la fecha. La evolución del autor es cuanto menos curiosa y estudiar cómo ha llegado a este punto es algo que dejaremos para otro día, pero de lo que no cabe duda es que, sin toda esa trayectoria que ha desarrollado a lo largo de los años, Reiraku nunca habría visto la luz.

El manga de Asano es uno de sus relatos más personales, decir esto con el autor nipón es como decir absolutamente nada, pero cuando una obra se aleja tanto del que, se supone, es su público objetivo (adolescentes y jóvenes) para contar una historia de un cuarentón a la que la vida se le hace bola es porque, quizá, esta era la historia que Asano necesitaba contar.

Porque creo y no hace falta tener muchas luces para darse cuenta, que hay mucho del propio autor en el protagonista de esta obra. Me atrevería a afirmar que este es un manga que el propio Asano quería crear para meditar sobre sí mismo, sobre su situación y cómo había llegado a ella. Y es que en sus viñetas encontramos reflexiones de lo más variopintas, desde la relación de un autor con sus fans, hasta la propia condición del creador, pasando por una encarnada crítica a la industria del manga. Es un Asano desatado, hablando sobre lo que quiere y sin cortarse un pelo y es cierto que siempre ha hecho un poco eso, pero aquí percibo un punto más de furia, de rabia, pero una rabia para consigo mismo, como si de alguna forma estuviese reprochándose ciertas decisiones tomadas en malos momentos. Y es precisamente ese odio carnal el que me lleva a pensar que su final no es así por puro egoísmo o por la búsqueda de algo novedoso. No. Creo que el final es tan duro y cruento porque así debe serlo.

Reiraku (2017), Inio Asano

1. Innocent Rouge

Hace ya más de tres años que comencé a leerme Innocent, compré los dos primeros tomos porque me llamaba la atención y en un viaje en autobús desde Lugo a Coruña de mañana y con un frío que me helaba las manos comencé a leer aquella maravillosa obra. Devoraba las páginas, no podía detenerme, era un manga impresionante. Gocé ambos tomos como un enano y esperé a los siguientes. Innocent se convirtió en uno de mis mangas favoritos y he tenido que esperar largo y tendido para poder tener su continuación entre mis manos. Y la espera ha merecido la pena.

Innocent es un grito, un grito que se colapsó hace años, cuando se terminó la publicación de su pimera parte y que llevaba mucho tiempo esperando para volver a sonar. Un grito que llama a la revolución, una revolución escarlata que pide sangre y es que del líquido rojo está repleto el manga de Shinichi Sakamoto. Una obra que rezuma muerte y vida partes iguales y que no duda en modificar la historia para crear y destruir vida en pos de una narración siempre inteligente que nos permita conectar con los temas vinculados al que, posiblemente, sea uno de los eventos históricos más importantes del último milenio.

Hay una dedicación genuina y metódica detrás de las páginas de Innocent Rouge, una que nace del trabajo de un autor que comenzó leyendo Hokuto no ken y acabó en el mundo del manga un poco de rebote, quizá de ahí su estilo tan único e indistinguible; repleto de fondos detallistas en los que unos personajes distanciados de toda caricaturización se mueven con solvencia y elegancia más allá del estándar del manga tanto actual como clásico. Algo que demuestra la no presencia de onomatopeyas en las obras del autor, pues según él mismo afirma “En mis obras siempre intento capturar la realidad y la verdad, teniéndolas como una prioridad en todo momento”. Es precisamente esto lo que le llevó a cuestionar el uso y funcionamiento de las onomatopeyas en un medio como el manga. En su lugar, el sonido aparece representado en forma de metáforas visuales. Jugando con la división y el orden de las viñetas, Sakamoto es capaz de hacernos llegar el sonido que se produce al rebanar un cuello humano con una espada, aunque nunca hayamos estado cerca de oír algo así. Una innovación que demuestra, no ya sólo su innegable talento, sino su conocimiento y manejo de las capacidades del medio en el que se encuentra, aprovechando todos los recursos propios del mismo con fines narrativos que elevan su obra y la dotan de una originalidad fresca e innovadora. Y hay algo que personalmente me puede y me conquista; la habilidad para hacer avanzar un medio y para jugar con sus capacidades expresivas en pos de narrar un relato que no sería lo mismo sin estos alardes. Innocent Rouge es lo mejor del año, no tengo ninguna duda.

Innocent Rouge (2015), Shinichi Sakamoto

¡Espero que os haya servido de algo esta humilde lista, comentadme si echais en falta alguna obra y leed mucho manga durante el 2020!

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