La mirada porno en Devilman Crybaby

Miguel Frieiro
6 min readFeb 21, 2018

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Recuerdo que la primera vez que vi porno fue justo en ese período de tiempo en el que estás dejando de ser un niño para convertirte en adolecente. Sí, este es un eufemismo para evitar decir que, sinceramente, no recuerdo la edad exacta con la visioné por primera vez un vídeo para adultos. Lo que sí recuerdo con cierta nitidez es que lo vi en casa de un, por aquel entonces, amigo mío. A casa de mis padres todavía no había llegado aquel cacharro llamado ordenador ni mucho menos internet. Sin embargo, en casa de mi amigo sucedía todo lo contrario y él flipaba por aquel entonces navegando por las redes. Así que de alguna forma él fue mi primer contacto con la web. Una de las tantísimas cosas que me enseñó durante aquel verano a través de la pantalla fue a dos personas (hombre y mujer) realizando el acto sexual. Sin llegar a visualizar el vídeo, sí que puedo vislumbrar nuestros rostros de extrañeza y las risas nerviosas que de vez en cuando soltábamos mientras veíamos a aquellas personas jadear y moverse de forma acelerada. Estábamos viendo porno, éramos mayores.

Este es mi caso, pero no creo que el de las personas que lean este humilde texto difieran mucho de dicha experiencia. Es sorprendente y a la vez dantesco que nuestro primer contacto con el sexo (porque sí, aquella era la primera vez que veía a alguien mantener relaciones sexuales) sea a través de un medio tan terriblemente ficcionado. Ficción que a su vez desarrolla unas dinámicas poder terriblemente tóxicas y que rezuma un profundísimo machismo. Lejos quedan ya las críticas liberales al porno que se escudaban en la inocencia de los niños y en la integridad cristiana. A día de hoy la industria pornográfica es criticada por sectores de la izquierda que descubren el olor misógino, racista y homófobo que desprende el cine para adultos. El porno nos rodea, nos persigue y probablemente nos acompaña durante toda nuestra vida. Porque si tienes que cascártela lo más probable es que lo hagas en tu web porno de confianza o con tu actriz predilecta. Hemos crecido con ese pulpo enganchado a nuestro cerebro, afirmando y consumiendo actitudes peligrosas y dañinas que hemos acabado por aceptar como normales e incluso practicando. Darnos cuenta de que la industria pornográfica está repleta de ponzoña y que por ende debemos dejar de consumirla es nuestra labor, porque esto no se reduce únicamente a temas como los abusos, la trata de blancas, los suicidios o la pedofilia, es el tipo de conductas que normaliza y convierte en nuestro pan de cada día. Porque las violaciones, los abusos y las malas prácticas se reflejan también en nuestra sociedad y en nuestras relaciones sexuales.

“Nada es una isla, son todo penínsulas y continentes”. Y lo mismo se aplica para una industria tan consumida, regularizada e influyente como es el porno. Bajo esta premisa podemos observar como infinidad de obras de otros medios como el cine, la literatura, la música o los videojuegos imitan aquello que han asimilado y lo reproducen en sus obras. Tenemos las afamadas Sombras de Grey, El quinto elemento o tantísimas piezas musicales machistas y con clarísimas alusiones sexuales de enorme toxicidad. No es ya solo que el porno esté normalizado en nuestro día a día, sino que son estas obras las que también contribuyen a ese efecto. Y como era obvio, el anime no iba a ser una excepción.

Y como este, un millón más

Existen infinidad de dinámicas machistas y terriblemente tóxicas en el mundo del animanga, desde shojos y BL con relaciones amorosas que rozan el nivel de virulencia de un ZQN al, conocido por todos, género ecchi del que cada temporada salen tropecientas series nuevas.

Hablando de sexo y anime he encaminado el texto hacia una de las series estrenadas esta misma temporada y que está gozando de una enorme popularidad y una buena recepción, totalmente merecida, por parte tanto de crítica como de fans.

Devilman Cybaby es la nonagésima reinterpretación del manga de culto Devilman, obra de la leyenda Go Nagai. El maestro japonés sienta las bases de su famoso manga en la fina línea que separa el odio y el amor, salpicando la contienda con grandísimas dosis de ultraviolencia y deseo sexual. Algo que Yuasa, director de esta nueva adaptación ha sabido interpretar con muy buena mano, o casi.

Comencé la serie con la mentalidad de, “ Si Nagai-sensei hubiera podido hacer lo que quisiera, hubiera llegado tan lejos “, o “ Apuesto a que realmente quería hacerlo así “. — Yuasa, director de Devilman Crybaby

El estilo artístico y la animación de Devilman Crybaby, pese a tener sus altibajos, consigue un resultado sobresaliente. El contraste entre colores apagados y planos y paletas repletas de vitalidad, unidos a un arte dinámico y sencillo, que no simple, consiguen que la acción alcance una enorme profundidad, ofreciéndonos momentos que se quedan clavados en nuestras pupilas y en los que la violencia destaca por su espectacular tratamiento. Sin embargo, el sexo desprende una mirada que se oculta detrás de esas sacudidas violentas y esos movimientos cargados de erotismo. Una mirada pornográfica.

Devilman Crybaby deja muy clara la importancia que tendrán estos dos elementos (sexo y violencia) en su trama desde el inicio, cuando en su primer capítulo las escenas más destacadas son, sin duda, aquellas que se desarrollan en el club Sabbath. Una secuencia en la que podemos gozar de una animación que se adapta a la perfección al guion. Estamos presenciado una espectacular orgía que resulta muy creíble para nuestros estándares. Una orgía de peli porno.

Elcuerpo femenino en el escaparate

Y es que la mayoría de planos de esta secuencia muestran a mujeres luciendo sus cuerpos (principalmente planos de culos y pechos), pero vemos pocos cuerpos masculinos, por no decir ninguno. Y obviamente, toda mujer aparece fortísimamente hipersexualizada, ese es el objetivo al fin y al cabo. O al menos lo es en cierta medida, ya que ningún hombre pasa por el filtro de la sexualización. ¿La razón? Los hombres no son el producto del porno, las mujeres sí. Por ello son sus cuerpos los que deben ser exhibidos. De hecho, se muestra a dos mujeres manteniendo relaciones sexuales, no obstante, este plano también parece un intento de contentar al público masculino y cumplir sus fantasías. Por todos es sabido lo “excitante” que resulta para una gran parte del público hetero el sexo lésbico. Pero esta mala práctica es algo que se repite de forma constante durante el resto de la serie, sexualizando permanentemente a Miki y Miko (entre otros personajes), algo que no sucede con los personajes masculinos. El sexo es un tema realmente importante en Devilman Crybaby, pero la forma de representar a sus personajes denota un punto de vista que evidencia ciertas costuras misóginas.

Por fortuna, no todo es negativo en lo referente al sexo en la obra de Yuasa. Hemos podido disfrutar de una más que satisfactoria escena de sexo gay que sorprende gratamente por el hecho de ser algo que no suele verse en el medio y por su tratamiento normalizado y alejado de la realización pornográfica. Una escena en la que animación y dirección brillan con luz propia.

Gracias por esta escena, Yuasa. De verdad que sí.

Yuasa es un hombre japonés y probablemente heterosexual, eso se aprecia en su forma de narrar, tratar y realizar ciertas escenas y secuencias. Porque el porno es algo universal que tiene (y tenemos) terriblemente interiorizado y que acaba por plasmarse en sus propias obras, al igual que le ocurre a tantísimos otros creadores. Me atrevería a decir que a Yuasa algún amigo le enseñó, siendo todavía un preadolescente, alguna revista en la que saldría una mujer desnuda o con poca ropa, igual que a mí me enseñaron aquel vídeo porno que no logro recordar. Y no es fácil apartar algo con lo que hemos crecido, que tenemos insertado con fuerza en la médula y forma parte de nuestro ser, pero es nuestro deber desprendernos de ese parásito. Porque cuando lo hagamos creceremos nosotros, mejorarán nuestras obras y ayudaremos al mundo a ser un lugar mejor. Después de todo era precisamente eso lo que querían Akira y Ryo.

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